En el fútbol, el factor sorpresa siempre está latente. También es cierto que cuando se juega mal se corren más riesgos de perder. Y Gimnasia lo sufrió ayer en Comodoro Rivadavia.
Llamativamente no tuvo orden en la mayor parte del encuentro y arriba careció de eficacia.
Entonces, la derrota que sufrió ante la Comisión de Actividades Infantiles no tiene excusas. Perdió bien.
No hubo viento, el mayor temor de los jujeños ni fallos arbitrales dudosos -Silvio Trucco cumplió su labor casi sin equivocaciones-, lo que sí se observó fue un equipo superior, el dueño de casa, que además contó con un punto a favor: pegó de entrada.
A los 11’, tras un desconcierto general en el fondo visitante, Bubas empujó el balón al fondo de las mallas.
Se trató de un baldazo de agua helada para el “lobo”, que debió adelantar sus líneas y la confusión se adueñó de la mayoría. Por ejemplo, el mediocampo se transformó en una zona transición y entonces la dupla de ataque Balvorín-Romero nunca tuvo chances claras.
Un zapatazo de Iuvalé de fuera del área llevó peligro, también el seguro arquero Alcaín respondió ante los disparos de Romero y Milán, respectivamente.
En los últimos minutos de la primera etapa, Gimnasia había dado muestras de mejorías, pero no fue suficiente.
Ya en el complemento, la CAI volvió a manejar el trámite y se las ingenió para meter miedo vía contragolpe, pero no tuvo puntería. Además la expulsión de Zunino terminó de inclinar la balanza.
Bangardino respondió con solvencia ante un tiro de Bubas y cuando estuvo vencido, fue Milán quien evitó el gol sobre la línea. Gimnasia perdió y quedó en deuda.
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